En los últimos tiempos he detectado cierto declive en la faceta recreativa del tenis femenino, copado ahora por satinadas estrellas del Sports Illustrated con brazos de virago e interminables piernas –las menudas y sobreataviadas demoiselles en la estela de Maud Watson se cuentan en el amateurismo del pasado y no sirven para la actual pasarela de cuerpos–, quizá porque la violencia deportiva masculina es más vistosa siempre que el ejercicio femenino que la replica. Se desvanece, en un pasado lejano, el apogeo del desquiciado lesbianismo épico de Navratilova contendiendo con la exquisitez femenina de Christ Evert, la niña perfecta de dulces maneras. Las raquetas de aluminio desplazaban a las de madera y la fuerza y la potencia erradicaron la imaginación artística del juego. Luego vendrían los cañonazos prusianos de Steffi Graf, que se harían acompañar de bostezos en las gradas. Entonces irrumpieron en el circuito el refrescante Agassi, con sus bermudas de jeans, y el antiortodoxo golpe a dos manos de Seles, acompañado de bestiales gemidos. Ambos habían salido de la academia de tenis de Nick Bollettieri, el instructor de tenis más grande de todos los tiempos, alguien que demuestra que, si no sabes hacerlo, dedícate a enseñarlo. Su filosofía se resume en estas palabras: «Pégale todo lo duro y pesado que puedas». Esta amonestación no la escuchan púgiles rocosos, sino las dotadas lolitas de Bradenton.
Y es que sólo en los USA los hacen así, allí perdura ese espíritu aventurero de los buscadores de oro que pelean bajo un sol que castiga sus lomos, y es que el azote solar siempre acompaña las artes pacientes como la agraria, hecha de esperas y de siembra, no muy distinta de la que ejerce este pigmalión moderno. Nabokov supo ver el encanto de la cultura pop americana antes que Warhol, y Humbert Humbert quedó deslumbrado por los campamentos americanos para chicas. Porque Nick ha entendido el signo de los tiempos y va mucho más lejos que los adustos instructores de tenis de la vieja escuela académica, que le desprecian. Tiene detrás un pasado de paracaidista destinado en los dorados 50 en Asia, cuando los soldados se afeitaban con sus bayonetas y escribían cartas a sus novias, replicando la aspereza de Errol Flynn de Objetivo: Birmania. Porque Nick no ha descuidado su formación humanista y es graduado en filosofía. Porque Nick es un tipo divertido que abandonó sus tediosos estudios de derecho en Miami para dedicarse a la enseñanza del tenis: mediocre jugador, aplicó sus conocimientos a la forja de estrellas. Alguien del staff de su academia habla así: «Les enseñamos a los chicos no sólo tenis, sino también cómo relacionarse con la prensa, cómo vestirse, cómo estar ante la televisión y es esto algo que muchos no saben. Una estrella del tenis es aquel que trasciende más allá de los logros deportivos y es reconocido por aquellos que no son del mundo del tenis. El tenis de hoy necesita más estrellas porque eso hace crecer al deporte». La nueva fábrica de los sueños tiene forma de pistas verdes horneadas en Manatee County.
Bollettieri nació en el estado de Nueva York y desde muy joven se sintió atraído por los deportes, siendo el tenis su verdadera pasión. A mediados de los 70 lo encontramos en un resort hotelero, propiedad de Rockefeller, en Puerto Rico, ejerciendo de cansadazas incombustible junto a la arena caribeña. Se traslada después a California. En 1978, y con un millón de dólares prestado, construye unas pistas, adecenta un motel para alojar a sus pupilos y abre su academia de tenis en Florida, cuarenta acres para educar talentos. Brian Gottfried y Sheryl Smith fueron sus primeros pupilos, ahí es nada. Desde entonces, la factoría de este talent hunter, conocida como Alcatraz, ha dado al mundo un formidable elenco de estrellas: Agassi, Jim Courier, Seles, Sharapova, Sampras, Kournikova, las hermanas Williams, Mary Pierce… Ni Elite Model Management puede presumir de esponsorizar tantas guapas mundiales. Claro que Nick no ha tenido empacho en regañar a sus discípulas como responsable educador que es: a Mary Pierce la llamó gorda, y afeó las palabras de Kournikova al final de un partido en que llamó puta a una rival. Él ha recuperado la filosofía de la palestra griega. Y sí, sus chicas no encandilan precisamente por su tenis vistoso, son más bien chillones molinillos dinámicos que dan palos desde el fondo de la pista, pero los resultados están ahí. Es un hombre que conoce y asume la responsabilidad de saber que un montón de padres le ofrecen a sus primogénitas.
El talento tenístico se detecta antes en las niñas y la academia destina un agente a cada nueva joya. Ya prevenía Nabokov de que sólo ciertos viajeros embrujados eran capaces de detectar a la nínfula de entre un montón de chiquillas, pero su disciplina marcial es enemiga de la lasitud del ninfulomaníaco. Clare Quilty y Humbert Humbert verían con disgusto sus reglamentos.
Nick se levanta a las 5:30 (¡AM!) para hacer ejercicio, y por ello es capaz de presentar a sus 76 años esa estampa aguerrida que desafía el look machihembrado que bendicen las revistas masculinas de moda. Esas gafas de arrogante chuloplaya con que se defiende del sol, antifaz de superhéroe de la Marvel de las que sólo debe despojarse para descansar de su tarea titánica; ese pecholobo de veterano que ha sabido adaptar a los tiempos, pasando de la rizada fronda con medalla de oro al rasurado brillo sin adorno de hoy. Nick maneja como nadie el lenguaje seductor de los pectorales, algo inalcanzable para los ejecutivos de Wall Street en su vacío laboral. Tiene aspecto de gustarle el olor del napalm por las mañanas, pero es también capaz de acicalarse para el Abierto de Estados Unidos con una camisa rosa. Demasiado viril para GAP, pero no menos agreste para la corrección indumentaria de la Ivy League, Nick es uno de esos solitarios intrépidos que no cabe más que en sí mismo. Estoy seguro de que Nick Bollettieri no tiene ni puta idea de quién es Deleuze (ni falta que le hace).
En su cuidada web Nick lo da todo y nos advierte que tienes que ganarte el derecho a quitarte la camiseta (You have to earn the right to take your shirt off to coach!). Allí están las imágenes de las estrellas del mañana. Allí leemos lo siguiente: «Nick brings his own passionate style to everything he does with a raspy voice that is easily recognizable and a message that cannot be ignored.»
Pero no todo es glamour, acento en la cultura del éxito, Nick tiene tiempo también para mejorar el mundo, y organiza campamentos de verano en Vermont sin ánimo de lucro para niñas gorditas donde se las inculca hábitos saludables alimentarios de ejercicio. Camp Kaizen es la conciencia protestante del dinero, y una obra encomiable en el país de los gordos. Allí se trabaja la autoestima, todo sucede con orgullo a espaldas de esa América opulenta y grasosa. Hay mucho trabajo por hacer, pero Nick tiene fuerzas suficientes para acometerlo. Yo guardo una foto suya en el cajón para el momento en que, antes de entrar en el quirófano, al taller de reparaciones plásticas, susurre al cirujano unas sencillas palabras: así, así es como quiero que me dejen, justo como él.
La arruga es bella, es un diploma de la experiencia. Véanlo aquí, con ese carisma, esa contagiosa gracia, esos ademanes que nos empujarían a la guerra, esa responsabilidad de llevar los USA en el abdomen.
4 comentarios:
Oh, oh Clovis, me ha encantado tu descripción física de Bollettieri, es de ovación, aunque si es graduado en filosofía hay algunas posibilidades que conozca de oídas a Deleuze. Pero el sentido es lo que importa.
No conocía a este menda aunque resulta simpático, ya sabes de mi estigma de vaga y por eso me gustaría compartir su filosofía de pegar duro y pesado. A mi todas estas cosas de superación, desparpajo y chulería viril me enloquecen, me has dado otro ejemplo a seguir, yo que estaba tan carente. Es también admirable conseguir que te presten un millon de dólares para construir canchas.
Yo era de Chris Evert. Quizá debido a mi educación machista y religiosa la Navratilova me daba grima y me parecía que tenía algo intrínsecamente malo.
Yo sólo sé que este hombre vocaliza muy bien el inglés. Después de escucharlo me veo capaz de aprobar el First. Debe ser primo de Francis Mathews.
Me parece completamente transgresora (ver segunda foto)la escalera puesta en el campo (no sense).
Saludos Clovis y Millana, voy a probar a depilarme las axilas con una bayoneta como antaño.
Yo de tenis no sé mucho. ¿Pero podrían Vds. decirme de dónde procede la tendencia a la depilación corporal masculina?
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